Jerek, quien servía al emperador Baeldor durante sus años de gobierno, era encomendado por éste último para las misiones más osadas y peligrosas. El enano, tenaz y valiente como ninguno, cumplía al pie de la letra cada orden que su emperador le demandaba, logrando una precisión y eficiencia sin igual en sus labores. Tal fue su desempeño que Baeldor lo nombró consejero real y líder de la asamblea parlamentaria; se volvió la mano derecha del emperador, el cual tenía toda su fe y confianza puesta en él.