Imperium Classic

Conociendo las magias

Elessar Ancalimë nació en el año 1249 D.m.M. (después de la muerte de Morgolock) en los prados del poblado de Nix. Fue criado por su padre y su madre. Eso, al menos, en sus primeras horas de vida. Durante tan breves momentos, su padre se limitó a con adoración observarle jugar en brazos de su madre, quien le cantaba en susurros canciones lentas y tranquilas. Las canciones hablaban del Imperio, de la bondad, de la luz que residía en los ojos de los vivos. Hablaba de la humildad y del compañerismo, del valor de la amistad y de la familia. De la relación que existiría siempre entre padres e hijos.

Los primeros minutos, Elessar no hizo más que llorar desconsolado. Cesó, solamente, cuando por fin abrió los ojos con dificultad y los vio a ambos: madre y padre, que le devolvían la mirada; una mirada cargada de amor y de tolerancia, de paz, de… plenitud. Entonces, tan cerca del comienzo de su vida, a unos momentos nada más de haberse su alma despertado dentro de aquel frágil cuerpo, Elessar comprendió el significado de la verdadera magia, que le acompañaría hasta el fin de sus días.

Luego, unas bestias debieron de interrump…

Ninguno de los tres sospechaba que ese momento sería tan efímero y pasajero, aunque sí fue cincelado permanentemente en sus memorias, para recordarlo y recordarse por siempre. No olvidarían tampoco, lamentablemente, su triste y brutal final: un momento que, a modo de maldición —o de recordatorio, o de impulso—, mordería sus mentes para siempre.

La habitación, maldita habitación, veíase manchada; [tinta corrida] sangre de vida y de [letras incomprensibles]…

La habitación veíase manchada; manchada con sangre de vida y sangre de muerte. Sangre reciente y sangre aún más reciente. Sangre de alegría, y sangre de dolor. La habitación veíase manchada ya terminada la catástrofe, catástrofe tan transcendental para unos… y tan insignificante para otros.

El padre de Elessar se aferraba, negado, al vestido ensangrentado de su amor eterno, ahora fallecido asesinado. Dos guerreros intentaban consolarlo; guerreros que habían acudido a su ayuda, quizás demasiado tarde. —No volverán a pisar esta ciudad; ha sido inaceptable… jamás lo perdonaremos. —Dijo uno, y se sintió estúpido, con razón, al momento de expulsar esas palabras. El hombre había perdido perpetuamente a la persona que igual de perpetuamente amaría. Nada había que pudiera hacerse, ni nada había que pudiera haberse hecho.

Dos… caóticos. Adultos. Ambos igual de despiadados, sin luz en sus ojos, sin bondad en sus corazones, sin familia ni amigos; arrogantes, desinteresados, imperdonables… estúpidos, torpes, inútiles; personas sin corazón ni causa, amantes de la sangre y del dolor, guiados por el rencor y seguidores de la muerte; bestias sin alma ni- Entonces, Elessar conoció otro tipo de magia: la magia de la maldad y la muerte, que le perseguiría de la misma forma, en todo momento.

El sacerdote de la ciudad, ayudado por los dos guerreros que defendieron junto al padre a Elessar y sin éxito a su madre, llevó el cuerpo tapado hacia el Templo. El padre, llorando tan desconsoladamente como su hijo lo habría hecho en los primeros minutos de su vida, no pudo hacer más que quedarse en una esquina del cuarto, con sus manos astilladas y lastimadas de luchar, y sus ropas bañadas en sangre, inmovilizado por la angustia y la impotencia. El infante, incapaz de comprender entonces lo que había sucedido, ignorando a quien quisiera distraerlo, no apartó su mirada del cadáver ya frío de su madre, escondido por una manta negra. Al bajar el escalón del umbral de la casa, el brazo derecho, pálido, se descubrió y cayó para quedar colgando y balanceándose. Elessar la vio así desaparecer, a aquella mano que minutos atrás habría jugado con su cuello, haciéndole cosquillas, acompañada de la dulce melodía de la voz maternal.

Ese sería el último recuerdo que el hombre habría de tener de su madre.

Autor: Cerberus