De enanos, una isla y una grieta
Párrafo especial del diario de viaje de Araelle
Otra vez una encomienda pesada. Tengo que tranquilizarme. No todo pasa por la escritura, la mayoría del tiempo tengo que dedicarme a mi profesión: la sastrería. Esta semana recolecté al menos cinco pedidos de distintos mercaderes, en concreto aquellos que frecuentan con cierta regularidad una tal Isla Shillian. Son exigentes en pedirme tanto dureza como elasticidad en los ropajes. Creo que hay algo en aquellos páramos que le exigen cierta rigurosidad.
Eran las cinco de la mañana en Iliandor, tomé mi barca del puerto, junté algo de provisiones y partí rumbo a la ciudad helada de Tiama, ya que varios de los pelajes que precisaban se encontraban al norte de la ciudad; los lobos invernales aullaban a lo lejos. Como si de esperarme se tratara. Tan pronto como arribé a la ciudad, emprendí viaje hacia sus cuevas. No pasaron más de unos pocos minutos que un tal Hausk me frenó con mucha impaciencia. Era un enano barbudo, de un metro diez tal vez. Con algo de desasosiego me pidió varios favores, uno de ellos se trataba de algo en las costas del norte de Tiama. El enano, qué venía caminando muy desarreglado, me comentaba que una gran ola derribó a su improvisada galera en las costas del norte en su afán de buscar algún cardúmen que le permitiera vivir el resto del mes. Algo desmesurado a mi criterio, pero allá él.
La encomienda era que recupere su casco perdido de entre las olas. Algo absurdo pensé, pero no quise indagar más, estaba realmente apurada. Acepté el encargo del enano y rápidamente me fuí.
El tiempo no me ayudaba, las olas estaban muy bruscas, me sentí mareada desde el principio. Pensé que quizá alguna metamorfosis me calmaría, pero en esa tempestad fue imposible concentrarme. De entre los vientos y la niebla particular de la zona, logré ver una extraña isla a lo lejos. Sin dudarlo, incursioné.
Un escéptico puerto me recibió. No podía siquiera meditar…
Autor: Aslemyr