El Exiliado Deshonrado | ||
---|---|---|
| Clase: Paladín Raza: Humano Género: Masculino Nacimiento: 1557 Fallecimiento: - Lealtad: Hordas del Caos Relacionados: Clan: Carpe Diem | |
Descripción física y personalidad
Sorien es un humano joven, alto y con un buen físico. Su cabello lacio y rubio le llega a los hombros, y sus ojos de color café oscuro expresan su valor y determinación. Gracias a sus artes mágicas curativas, no posee marcas en su cuerpo, lo que demuestra su capacidad de adaptabilidad en el campo de batalla. Suele entrenar a diario, perfeccionando tanto su esgrima como su magia, con el único objetivo de cumplir sus metas. En su tiempo libre le gusta practicar herrería.
A pesar de su buena apariencia, su personalidad ha sido corrompida por sus deseos más profundos de venganza. Es altanero, y su confianza en sí mismo es lo que lo mantiene motivado para superarse física y mentalmente. Suele ser una persona más lógica que sentimental, pero cuando un compañero corre peligro, no duda en lanzarse al frente del combate.
Inicios del personaje
Sorien, al momento de su nacimiento, fue abandonado por su familia, la cual nunca conoció. Solo envuelto con un trapo viejo, fue dejado en la puerta del templo de Suramei, la ciudad capital de la república, donde lo criaron bajo las enseñanzas de las artes sagradas y comenzó su camino como paladín. A pesar de su situación, era un joven prometedor. Desde muy temprana edad, era capaz de hablar con fluidez e incluso leer. Su niñez fue inspirada por las historias de las figuras sagradas del templo, héroes que en su pasado fueron grandes paladines. Solía jugar a ser uno con los demás niños de la ciudad. Sorien también mostraba interés por la herrería, solía gustarle observar a los herreros de Suramei, admirando su amor y pasión por su trabajo. Por eso y gracias a las personas del templo que lo guiaron, empezó a aprender conceptos básicos de la herrería. Su sueño siempre fue ser un gran guerrero como los de las historias que disfrutaba leer. Al crecer, empezó a entrenar su esgrima junto a algunos amigos de su infancia y a perfeccionar sus artes sagradas bajo la guía de los sacerdotes del tempo, con la esperanza de enlistarse en la fuerza superior miliciana de su ciudad.
Pasó el tiempo, Sorien, ya con diecisiete años, se dispuso a buscar retos más exigentes de los que encontraba en Suramei. Al escuchar rumores de que en una ciudad cercana al norte se encontraban criaturas más poderosas y además se libraban combates contra bandidos por el control de una mina de hierro y plata ubicada en los alrededores de la ciudad, decidió ir en busca de experiencia en combate. Los bandidos no representaban una amenaza para la ciudad, pero las minas y sus riquezas son bastante deseadas por ellos. Persiguiendo sus sueños, Sorien decidió viajar a la ciudad del norte junto a sus dos mejores amigos de ese entonces, cuyos nombres no recuerda.
Al llegar a la ciudad, divisó un cartel: Se trataba de Iliandor, una majestuosa y humilde ciudad. Primero se informó mejor de la situación de las minas y decidió formar un grupo de exploración que consistía de sus amigos, algunos guerreros y demás aledaños republicanos. Los primeros meses fueron pacíficos; llenaban sus bolsillos con botines y minerales de la mina, además de ganar experiencia en combate contra pequeños grupos de bandidos, que gracias al entrenamiento de Sorien y su ventaja numérica no suponían peligro alguno. Los minerales que conseguía de las exploraciones a la mina los solía utilizar para mejorar su habilidad con el martillo de forja, de niño disfrutaba observar a los herreros de Suramei, concentrados solo en golpear el metal y darle forma de una hermosa espada o armadura. Eso lo hizo querer introducirse a la herrería. En sus tiempos libres, cuando no estaba entrenando o practicando su magia, se encontraba golpeando el metal, creando cada vez piezas mejores. Hasta que un día, todo cambió.
En un día soleado, todo parecía perfecto, otra ronda de exploración en la mina junto a sus ahora amigos. Sin embargo, antes de poder ingresar, fueron emboscados por un grupo de bandidos mucho más numeroso de lo normal, incluyendo guerreros que parecían tener mucha más experiencia en combate que el grupo de Sorien. El joven guerrero, confiando en su grupo, saltó al frente del combate, reteniendo a la máxima cantidad de bandidos con su espada y escudo. El combate recién había comenzado y las primeras bajas republicanas fueron inevitables. Aunque seguían siendo más que los bandidos, los republicanos, aterrados y siendo meros mineros y exploradores, huyeron del combate, abandonando a Sorien y a sus amigos en el frente de la batalla.
Al mirar hacia atrás y no encontrar a las personas que consideraba compañeros y amigos, Sorien se entristeció por un instante, incluso se asusto por la situación de la batalla. Sin embargo, dejó de mirar hacia atrás y se enfocó en adelante, donde se encontraban sus dos mejores amigos. En ese momento, su tristeza y miedo se transformaron en valor, fuerza y furia. Con una rabia tal que entró en un frenesí, luchó con el único propósito de defender a sus amigos. Usó todas sus habilidades mágicas para inmovilizar a los bandidos con enredaderas mágicas que salían del suelo. Continuó combatiendo, pero no podía hacer más que retroceder y generar espacio entre ellos y los bandidos. Hasta que sus fuerzas se agotaron por completo; había usado todo de sí, su magia, su esgrima, su escudo, incluso su cuerpo. Sin una gota más de energía, Sorien recibió un flechazo en el hombro derecho, incapacitándolo para usar la espada. Solo con su escudo, determinado a proteger a sus amigos malheridos hasta su último aliento, sostuvo lo más fuerte que pudo su escudo, sin esperanza alguna de salir victorioso. Pero en ese momento se empieza a escuchar el sonido del galope de caballos resonando en ese vacío bosque. Al horizonte, Sorien logró ver soldados en imponentes caballos, portando un estandarte oscuro como el océano y con un ave tenebrosa en su bandera. Al instante Sorien reconoció ese estandarte porque leyó de ello tiempo atrás, era el símbolo de las Hordas del Caos.
Aquellos sombríos soldados a caballo arremetieron sin piedad contra los bandidos. Aunque parecían solo ser un puñado de ellos, aniquilaron a todos los bandidos en cuestión de minutos sin siquiera sufrir ni una sola baja, ni siquiera un rasguño. Cuando se acercaron al grupo de Sorien, parecía que iban a masacrarlos, pero en lugar de eso, una voz profunda de uno de ellos resonó: “¿No sienten enojo? ¿Furia hacia quienes los abandonaron? Si buscan poder, en las filas del demonio pueden saciar su ira y conseguir lo que deseen”. Tras decir esto, los despiadados guerreros abandonaron el lugar, dejando solo una gran pila de cadáveres de bandidos y al grupo de Sorien que se encontraban totalmente malheridos.
Al calmarse la situación, rebuscaron entre los objetos caídos en la batalla en busca de pociones de vida y de maná, con las cuales Sorien pudo recitar su hechizo de sanación, murmurando las palabras “Kelne Benath”. Una luz suave envolvió sus manos y al pasarlas sobre sus heridas logró curar parte de ellas. Solos, los tres amigos se miraron y se sentaron a conversar sobre lo ocurrido. Después de extensas horas, decidieron separar sus caminos. Sus dos amigos seguían aterrados y tristes, pero Sorien sentía otra cosa: enojo, furia, sed de venganza. Así, comenzó su viaje solitario como neutral, dejando atrás a las personas y los ideales que alguna vez juró defender, con un único objetivo en mente: vengarse de los republicanos, a quienes había considerado su familia y lo traicionaron. Para lograr eso, inspirado por aquellos implacables guerreros, decidió que debía enlistarse en las Hordas del Caos, en busca de poder para poder llevar a cabo su venganza.
Historia intermedia
Sorien viajó por todas partes del mundo, explorando desde cuevas piratas hasta cuevas al oeste del gran continente Oderon, e incluso volvió a las minas al norte de Illandor para cazar a algunos trabajadores, liberando su furia que sentía por dentro. No solía buscar batallas grandes, ya que seguía siendo inexperto en combate, y a menudo terminaba perdiendo peleas y huyendo malherido de varias. Sin embargo, eso no lo detendría en su empeño por mejorar sus habilidades.
Un día, en aquella mina dónde había sido traicionado años atrás, se encontró con un ser, también neutral, quien se encontraba en una situación de desventaja en combate contra republicanos. Decidió unirse al combate junto a esta cara que se le hacía familiar. Al empezar a dar la vuelta la contienda, el resto de los republicanos huyó, dejando atrás solo un par de cadáveres.
Sorien, al ver a la criatura malherida soltar su báculo, decidió compadecerse de él. Se identificó como un elfo oscuro llamado Rim, un nigromante bastante habilidoso, quien compartía ideales con Sorien. Juntos decidieron comenzar su viaje, recolectando almas y experiencia en combate. Ambos, decididos a unirse a aquello que alguna vez les mencionaron esos guerreros, estaban firmemente determinados a formar parte de las Hordas del Caos. Es por eso que, luego de varios días de investigaciones, habían concluido que Orac era aquella sombría ciudad dónde debían asistir para su acometido.
Al ingresar, Gor Shak, un pestilente y muy desagradable orco, fue quien los recibió con destrato al ver su condición, pero demostrando sutilidad en que ambos podrían lograr los acometidos necesarios para esparcir el pánico y el caos. Este les dijo que, una vez que la espada de ambos derrame la suficiente sangre, ganarán su lugar las temidas filas del caos y expandir su verdadero significado. Ambos guerreros se encontraban bien encaminados hacia su objetivo, siendo ahora más fuertes que antes. Decidieron adentrarse en zonas hostiles más peligrosas, como el famoso fuerte Farzhé o la mazmorra Zero, acampando en las cercanías de la ciudad neutral de Nueva Esperanza.
Al cumplir veinte años, Sorien y su hermano Rim comenzaron a notar su mejora en fuerza; ya no solían salir malheridos de los combates, sino que superaban con creces lo que ahora llamaban sus “presas”. En poco tiempo lograron reunir las condiciones requeridas y se presentaron, nuevamente, ante los líderes de las Hordas del Caos. Allí se encontraba el General Gor Shark, quien antes los trataba con desprecio a Sorien y Rim ahora los consideraba con la misma seriedad que trataba a cualquier otro infante de sus tropas, reconociendo el esfuerzo que hicieron ambos este tiempo.
A los veintitrés años, Sorien ya se había convertido en un guerrero experimentado. Junto a su hermano Rim y otro elfo corrompido, lograron fundar un clan llamado “Carpe Diem”, con el afán de burlarse de sus enemigos y utilizar su significado para el mal.
Meses después de fundar el clan, los nuevos guerreros del mismo al mirar a Sorien notaban que, aunque el había renunciado a su honorable vida en la republica, su porte y estilo de lucha seguían reflejando el de un caballero: erguido, disciplinado y noble en su propia forma retorcida. Esto causaba desconcierto entre los guerreros del clan, quienes no entendían como alguien que había sido un símbolo de la luz podía pelear con tanta frialdad y oscuridad en su corazón. Por esto lo empezaron a llamar “El Exiliado Deshonrado”. Este titulo le recuerda el abandono que sufrió por parte de los republicanos, el cual convirtió a un hombre honrado en un cascarón vacío que solo busca saciar su sed de sangre y venganza.
Presente, aspiraciones y futuro
Sorien suele estar en las ciudades neutrales como Nueva Esperanza, Rinkel y Daglor, preparándose junto a su clan para asaltar mazmorras en busca de almas y objetos de los exploradores. Su meta actual es convertirse en uno de los mejores guerreros de las Hordas del Caos, buscando el anhelado título de “Emperador de las Tinieblas”, con el cual espera conseguir reconocimiento para él y su clan. Sin embargo, su deseo más profundo es arrasar con la república para imponer un nuevo orden en el continente del Este, donde solo exista la ley del más fuerte, y así cumplir con su venganza.