Hacía varios días que los guardias de las costas y los mercaderes informaban sobre el extraño comportamiento del mar, lo que dificultaba el comercio y el tránsito marítimo. El oleaje inusualmente violento, las mareas erráticas y las inundaciones volvieron impredecibles las rutas marítimas, afectando gravemente el abastecimiento de la ciudad y generando preocupación entre los ciudadanos.
En medio de este caos, los exploradores imperiales realizaron un inquietante descubrimiento al sureste de la ciudad: un misterioso cristal que emanaba una energía desconocida. Este descubrimiento despertó la inquietud en los altos mandos del Imperio, quienes temían que el cristal pudiera ser el causante de las perturbaciones en las costas.
Al atardecer de un ajetreado día, las campanas del Templo de Banderbill resonaban por toda la ciudad. Rápidamente las tropas imperiales y algunos ciudadanos se agruparon a las afueras del palacio real, a la espera de las órdenes de Thandell. Mientras tanto, dentro de uno de los salones del palacio se hallaba Baeldor, que junto al parlamento, deliberaban los últimos detalles del plan.
Cristal de Agua |
---|
Thandell> ¡Soldados, han llegado noticias urgentes de nuestros exploradores! No muy lejos de aquí, yace a la intemperie un cristal mágico de energía extraña custodiado por criaturas desconocidas.
Thandell> Partiremos de inmediato, yo los guiaré hasta nuestro destino. ¡En marcha, no hay tiempo que perder!
Las tropas del Imperio marcharon rumbo al Sur, llegando a las costas de Banderbill. Allí se encontaron con un enorme lago que desmbocaba en mar abierto. A lo lejos, en las orillas, un imponente cristal resplandecía, y junto a él se alzaba una figura enigmática: un hechicero de túnica azul rodeado de criaturas de apariencia tenebrosa.
Thandell> Debemos atravesar este turbulento lago y evadir a estas criaturas para llegar al otro lado del cruce. ¡Diviso algunas criaturas del otro lado! Estén preparados para el enfrentamiento.
Al aproximarse, se toparon con un enorme séquito de esbirros comandados por un poderoso hechicero. Detrás de ellos notaban un poder mágico desconocido que jamás habían visto. Sin pensarlo dos veces, los soldados imperiales alistaron sus armas y arremetieron valientemente contra las criaturas.
Thandell> El hechicero es demasiado poderoso, debemos evitar que absorba ese cristal. Nuestra única opción es destruirlo.
Al cabo de una ardua y extensa batalla, poco a poco el cristal comenzó a agrietarse para finalmente romperse por completo junto a una breve explosión. El hechicero debilitado se desvaneció, dejando atrás este plano. Las tropas contuvieron el aliento unos momentos y al cabo de un corto silencio exclamaron un grito de victoria. Thandell juntó el resto de cristales para colocarlos dentro de un pequeño baúl, acto seguido daría un discurso de victoria a sus soldados.
Thandell> ¡Soldados del Imperio, hemos logrado nuestro cometido! El gran hechicero es historia y el cristal ha sido destruido. De todas formas, me temo que es muy pronto para cantar victoria. Sospecho que allí fuera aguarda un enemigo aún más poderoso.
Las tropas retornaron a pie a Banderbill para celebrar su victoria y tomar un merecido descanso. Thandell se despidió de sus soldados y entró al palacio.