Arturo Castus


Maestro de las Sombras




Clase: Paladín

Raza: Humano

Género: Masculino

Nacimiento: 1535

Fallecimiento: -

Lealtad: Hordas del Caos

Relacionados: Dyarel - Dinazty - Zun Tsu - Atenea - Khaltor



Descripción física y personalidad


Es humano, si bien lo han llamado semidiós, fue tan solo un mito. Su altura ronda el metro ochenta y tres, y su aspecto es herácleo, herculeo. Es fuerte y ágil, su reflejo inconcebible, pero sobre todo destaca su resistencia. Posee un inmenso entrenamiento y experiencia en combates cuerpo a cuerpo, es táctico y estratega. Su mayor virtud es su capacidad de liderazgo y mando. La vida y el camino del guerrero. Su cabello y sus ojos son lóbregos, oscuros. No así su espíritu.

Lo cierto es que no hay tanta información sobre su apariencia. Puesto que quien tuvo la desgracia de haberlo conocido en combate, no salió con vida. Y quienes hayan logrado escapar de su juicio y convicción, tan solo recuerdan un hábil guerrero, portando el Yelmo del Exterminio de las Fuerzas del Caos. Además de otros objetos característicos de las Hordas.

Sus historias y hazañas resuenan desde hace muchos años, y nadie podría llegar a comprender realmente, todo lo que ha atravesado Lucius Artorius Castus para llegar a ser quien es.

Arturo es valiente y decidido. No teme a la muerte, sino a perderse en el camino y vivir en desacuerdo con sus valores e ideales, en contra de su naturaleza. Su mayor virtud es su disciplina y enfoque, con una mente clara y concentrada en su objetivo. Posee una fuerte convicción hacia su propósito y creencias. Es leal y comprometido a su causa, capaz de mantener la calma en situaciones extremas. Nunca acorrales a un león.

Podría decirse que lo que hace a Arturo Castus un colosal guerrero y paladín, es su combinación de fuerza física, mental y espiritual. Es alguien que inspira respeto y admiración, y que eventualmente, dejará una huella duradera en la historia del Plano Real.

Inicios del personaje


En un pequeño pueblo neutral en las montañas al norte, Tiama, un joven llamado Arturo Castus nació en el medio de la guerra y la invasión. Su padre Dyarel, un valiente y hábil paladín, había muerto en batalla antes de que el naciera. Y su madre Dinazty, una poderosa nigromante y doncella escudera del pueblo, juró criar a su hijo para que siguiera los pasos de su padre y defendiera la causa de su comunidad. Sus padres lo llamaron así en honor a un antiguo Comandante y Paladín, Rey de Reyes cuenta la leyenda, comprendiendo que la fuerza no radica en lo divino sino en lo humano e imperfecto, y Arturo iba a demostrarlo.

Arturo creció rodeado de historias de batallas y héroes. Su madre le enseño a luchar y a sobrevivir en el campo de batalla desde muy pequeño. A sus (quince) años de edad, Arturo era tan rápido como un lobo invernal. Y tan fuerte como un huargo, contaban los aldeanos. Con un instinto natural e inigualable para el combate. En más de una ocasión, en expediciones de caza para abastecer al pueblo, Arturo ha enfrentado criaturas hostiles en los bosques helados y los alrededores de Tiama. Asimismo, a los mercenarios y ladrones que merodeaban al acecho en las rutas comerciales.

Al día de hoy aún cuentan la leyenda los ciudadanos Tiamanos, de que a sus (diecinueve) años de edad, Arturo derrotó un golem de Minas Kirle que había escapado y azotaba la ciudad. Y desde entonces, tras haber puesto a salvo a su comunidad y a la vista de todos, fue nombrado Paladín y reconocido como un héroe del pueblo por su valentía y su destreza en batalla. Arturo formó parte del Consejo y las Asambleas del pueblo, teniendo voz y voto para decidir en materias de defensa, coordinación de ataques y exploración.

Pero la tragedia golpeó nuevamente cuando Arturo tenía (veinticinco) años de edad. Su madre murió en un ataque sorpresa en manos de bandidos, mientras Arturo se encontraba entrenando en Tundra Cristal. Tiama, al ser un territorio extenso con puerto bien ubicada en el mundo, fue víctima de ataques constantes por distintas facciones. Los mejores soldados Tiamanos defendieron con su vida las tierras durante muchos años, y ahora quien comandaba el ejército Renegado era nada más y nada menos que Arturo.

Su nombre resonaba en distintas ciudades de la Tierra Media, y el mundo sabía que en Tiama, a pesar de su clima inhóspito y temperaturas gélidas, las condiciones para algunas de las mayores riquezas que conoce el hombre, estaban dadas. La ubicación y cercanía en el mapa hacia otras ciudades lo convertían en un punto estratégico de incursión y combate, su variedad de pesca y minerales lo convirtieron en el fruto prohibido. Y todos querían probarlo. Todos querían sus recursos.

Arturo estaba al tanto de las incursiones y los intentos de asalto que realizaban. Y los tenía controlados, nunca consiguieron dominar Tiama. La última invasión que se desató fue hace mucho tiempo, cuando su padre murió en batalla. Y creyó que después de tanto tiempo jamás sucedería así de nuevo, por ese motivo se adentró en política y otras actividades diplomáticas. Descuidando lo más importante y lo único que le quedaba en la vida, su madre Dinazty. Rechazando su verdadera naturaleza.

Desde entonces, Arturo se sintió abandonado y enfurecido. Al regresar al pueblo y encontrar la ciudad devastada, Arturo asesinó hasta la última escoria Imperial y Republicana a su paso. Un escaso bando alcanzó a treparse en sus navíos y escapar de regreso a sus ciudades, narrando posteriormente su represalia. Juró vengar la muerte de su madre y su causa, abrazando su esencia e instinto.

Otra alternativa

Arturo oyó historias en el pueblo, sobre un Clan apartado en las montañas, en las afueras de Tiama. Un sitio donde los hombres, volvían siendo guerreros. Una tribu en donde todos serían reclutados, si estaban dispuestos a pagar el precio. Solo los más fuertes podrían aprender a dominar las Artes Arcanas.

Sin dudarlo, Arturo se adentró en la vasta extensión de blanco, en un mar de nieve que parecía no tener fin. El aire crujía con el frío, un doloroso silbido que cortaba a través de la ropa como una espada. Los árboles, desnudos y helados, se erguían como espectros, sus ramas entrelazaban un baile siniestro. La nieve bajo sus pies, resonaba en el silencio como un tambor. El cielo estaba gris y denso, rebosante de nubes que parecían contener todo el peso del invierno y la tempestad. El viento, soplaba con una fuerza que lo hacía tambalear. Su determinación, inquebrantable, fue lo que le permitió continuar su viaje.

A lo lejos, una montaña se erguía, mientras su cumbre permanecía oculta en la niebla. La nieve se acumulaba en sus laderas, un manto blanco que parecía brillar en la luz tenue del sol. El río que corría a sus pies estaba congelado, era un camino de hielo que se extendía hacia el horizonte. El lugar era vacío y silencioso, un paisaje desolado que parecía no tener vida. Pero en ese silencio, había una belleza cruel, una belleza que lo llamaba y atraía hacía las frías y tenebrosas profundidades.

Arturo vislumbró una cueva en la que parecía haber vida, teniendo en cuenta los restos de lobos devorados, y las extremas condiciones climáticas. Armado de coraje y audacia, desenfundo la espada de plata que su padre le heredó, y entró a la caverna. Así, emprendió un nuevo camino por la senda de la oscuridad.

Quienes se asentaban ahí dentro, eran en su mayoría ancianos dementes, asesinos y veteranos de guerra, que en el pasado habían prestado servicio a la ciudad Tiamana. Pero algunos han visto demasiado de la vida y la muerte. Y otros, descendieron a la locura o al mundo de las sombras.

Su líder y representante, Zun Tsu, fue su principal mentor. Quien le enseñó las Artes de la Guerra. Y también, lo guío por el sendero de las Artes Arcanas de las Tinieblas. Zun Tsu fue un antiguo General y estratega militar, apartado de la sociedad y desterrado por su avaricia y brutalidad, condenado a vivir en el exilio y las penumbras por la eternidad.

Arturo nunca lo supo, pero Zun Tsu fue el mejor amigo de su padre, Dyarel, y estuvo ahí con el día que cayó en combate. Dyarel murió en sus brazos, alcanzado por una flecha envenada. Y Zun Tsu nunca se perdonó por haber perdido a su hermano de armas, con quien compartió toda una vida, a manos del Imperio y la República. Por eso sintió que debía entrenar a su hijo, y transmitirle sus conocimientos. Es lo que su padre hubiese querido.

Historia intermedia


El nacimiento de un guerrero

A medida que crecía (veintisiete), Arturo se convirtió en un guerrero formidable. Su sed de venganza lo impulsó a enfrentar peligros cada vez mayores. Su nombre se convirtió en sinónimo de valentía y para algunos, temor. Para otros fue un ejemplo, pero poco a poco los ciudadanos comenzaron a ver en su mirada y sus acciones la realidad detrás de su comportamiento y su naturaleza.

Arturo detuvo las invasiones con éxito y resguardó al pueblo Tiamano de numerosos ataques, por lo que le estuvieron muy agradecidos.

Pero ya no lo hacía por los ideales que una vez sus padres le heredaron y encomendaron representar, tampoco le afligía el bienestar de su comunidad, a él lo motivaba la venganza y la devastación. Era despiadado e implacable, en las incursiones no dejaba a nadie con vida y ordenaba ejecutar sin piedad a todos los prisioneros.

El camino de la venganza

Hacia sus (treinta) años de edad, Arturo comandó oleadas de ataques en dirección a Banderbill y Suramei en reiteradas ocasiones. Todos y todas querían pelear a su lado, a pesar de que signifique caer. Viajaban reclutas y combatientes de todo el mundo para unirse a su causa.

Arturo reclutó prósperamente valientes soldados, provenientes de las distantes tierras de Lindos y Nueva Esperanza, con un compromiso en común* (o eso creían). * Muchas vidas de jóvenes Tiamanos fueron perdidas a manos de Arturo, al igual que de audaces hombres y mujeres del resto del mundo. Por decisiones impulsivas y motivos personales. Y eso, Arturo ha de cargarlo en su conciencia eternamente.

Entre sus hazañas más recordadas se encuentran:

La Batalla del Rey Dragón (1568)

Arturo dirigió un exploración hacia las profundidades de la Tundra Cristal. Donde junto con sus seguidores eliminaron al Rey Dragón en su Caverna. Luego de un extenso y arduo combate contra varios adeptos Republicanos, y un vasto ejercito del Imperio.

Illiandor: El Asalto al Olimpo (1569)

Arturo reclutó siete de sus mejores Caballeros y realizaron un ataque a la ciudad de Illiandor, en busca de recursos y minerales.

Asesinaron a todos los guardias Milicianos que se cruzaron en su camino, saquearon por completo Minas Thordore y eliminaron todas las criaturas a su paso.

Banderbill: La Defensa de la Fortaleza (1570)

Arturo comandó un ataque de veinticinco valientes guerreros en un intento por derrotar al Rey. Lamentablemente, las fuerzas de la Armada Imperial vencieron, y el único sobreviviente en regresar fue Arturo Castus. Lo que generó un fuerte descontento en la comunidad y comenzaron a dudar de su razón.

Rinkel: La Guerra de los Mundos (1572)

Arturo decidió ampliar su horizonte y explorar el mundo hacia sus confines, en busca de aliados. Después de navegar durante siete días con su flota, consiguieron llegar a Rinkel. Una ciudad neutral y un excelente punto comercial.

Durante su visita, se desarrolló una invasión de criaturas y enemigos, que puso a prueba las habilidades de su batallón. Finalmente, luego de horas de guerra, lograron salir victoriosos. Acumulando todo tipo de riquezas.

Fuerte Farzhe: La Última Resistencia (1575)

En el transcurso de una persecución a través de los Arrecifes y el Océano Abierto. Arturo, cegado por su impulso, seguía el rastro de dos soldados imperiales que huían de su destino. Y tras un intenso combate en la cima de la Fortaleza, Arturo ingresó por un error que salvó su vida, a un portal en las afueras de Latifundio Abandonado.

Un reino invisible, distinto y oscuro. Un mundo nuevo, con la oportunidad de empezar de cero y recorrer nuevas tierras, dejando todo atrás. De todos modos no tenía salida. El sabía que lo que seguía lo pondría realmente a prueba. Viviendo en tierras desconocidas. Sumergido en las Sombras y las Tinieblas.

El despertar

La venganza no fue la respuesta y no trajo la paz que Arturo buscaba y necesitaba. En su lugar, lo consumió la ira y una amargura tal que lo alejaron de su pueblo y de sí mismo.

Desde ese entonces, paso la mayor parte de su vida viviendo en la marginalidad, en las Penumbras. Atormentado, Arturo se embarcó en un viaje de autodescubrimiento y crecimiento, que le ha llevado largos años. Aprendió a controlar su ira, y a encontrar la fuerza en su interior. Se convirtió en un líder y un símbolo de esperanza para los Renegados del mundo.

Nunca nadie supo más de él, ni lo volvieron a ver. Lo dieron por muerto y desaparecido. Algunos dicen que su espíritu yace en el Fuerte Farzhe como un cuerpo etéreo, otros que se ahogó en altamar. Y hay quienes juran haberlo reconocido en tierras oscuras, más allá de todo. En los límites del mundo y las profundidades del Inframundo.

Los mitos narran acerca de un Maestro de las Sombras, que acecha a toda hora. Los ciudadanos lo llamaron así por como dominaba la disciplina a la perfección, y su sigilo al andar previo al ataque letal. La calma antes de la tormenta.

El comienzo de una nueva era

Arturo permaneció en el exilio y la oscuridad durante demasiado tiempo, cazando para sobrevivir, asesinando a todo tipo de guerreros a su paso. Las Tinieblas y él ya eran uno solo. Conocía sus tierras mejor que nadie.

Más tarde, Arturo se asentó en un pueblo casi abandonado, completamente olvidado por el mundo. Vivían pocos ciudadanos, sobre todo mercenarios, ladrones y forasteros. Fue ahí cuando se encontró nuevamente con Zun Tsu, un viejo maestro de las artes arcanas. Zun Tsu lo felicitó por su proeza en combate, ya que sus hazañas habían viajado por todo el mundo.

Pero sobre todo, por haber castigado a quienes lo merecían, usando la magia oscura. Por haber llevado a cabo la voluntad del infierno y las sombras.

Así fue que su antiguo mentor, le presentó una nueva y mayor oportunidad, enlistándose en las Fuerzas del Caos. Zun Tsu, asombrado por el crecimiento y las historias de Arturo, supo que Arturo estaba listo para dar el siguiente paso. Por eso juntos viajaron a las tierras de Orac, ante el representante del Infierno, el General Gor Shak. Para unirse a sus fuerzas y jurar lealtad a las Hordas.

Arturo cumplía todos los requisitos, dado que había matado más de mil adversarios en batalla. Ya no luchaba por la justicia y la paz como antes, porque había encontrado que la verdadera justicia solo se logra a través de la destrucción del orden establecido.

Por fin se sintió representado y parte de un ente superior, siendo miembro de las Hordas del Caos. Ahora su vida tenía un sentido y era cumplir el cometido de su líder supremo, el Demonio.

Encuentro y salvación

Tres años después, a sus (cuarenta y tres) años de edad, Arturo se dedicaba a deambular por el Inframundo. Reclutando miembros para las Fuerzas del Caos, aniquilando cualquier amenaza que encuentre a su paso. Este era su deber como Maestro de las Sombras.

Rendido a la voluntad del tiempo, Arturo viajaba solo y a menudo acompañado por sus fieles. Esto le era indistinto dado que su misión era clara, y su voluntad más que suficiente.

Las Hordas del Caos deberían dominar el mundo, y el merecía ser su Emisario y representante. Todos confiaban en su juicio y experiencia, ya que él sabía determinar en qué casos una persona merece vivir y cuando no. Además, él conoce mejor que nadie de lo que puede ser capaz el Imperio y la República.

Arturo creía que lo mejor era tener el poder del mundo en sus manos. En lugar de ser controlado, invadido, saqueado y abandonado como lo fue su pueblo y su gente. Con Arturo al mando del Ejército de las Sombras, la humanidad finalmente iba a conocer lo que era el verdadero dolor y la pérdida.

En una de sus habituales expediciones al Inframundo, Arturo conoce a quien más adelante sería su aprendiz y un verdadero par, Khaltor. Lo salvó de una situación al borde de la muerte, abandonado y acorralado por las bestias, en lo más oscuro del Montes del Destino.

Éste se veía flaco, perdido, desolado y con miedo. Arturo vio algo en él, su madre Dinazty siempre le decía “Recuerda Arturo, que los ojos son el reflejo del alma” y en sus ojos Arturo, vio un igual. Se vio revelado. Era alguien que había pasado por un pasado de dolor similar y se encontraba solo en la vida, desahuciado. Necesitaba ayuda, estaba rodeado lanzando espadazos por doquier utilizando sus últimas fuerzas y energías.

Arturo lo advirtió y observó cautelosamente desde el bosque del Cementerio Abandonado, y cuando finalmente Khaltor cayó vencido a merced de los leones, Arturo lo rescató acabando con los zombies y las sanguijuelas gigantes. Khaltor luchó con admirable valor y destreza, por eso Arturo lo reclutó.

Desde ese momento, Arturo Castus nunca más tuvo que pelear solo, y siempre pudo contar con alguien bajo su ala y en quién confiar. No solo para transmitirle su conocimiento en la senda del combate y materias de guerra o estrategia, sino también para acompañarse mutuamente y lograr algún día su cometido, de encontrar finalmente la paz después de toda una vida de guerra. Y que su legado continúe.

Presente, aspiraciones y futuro

Con el tiempo, Khaltor se convirtió en más que un discípulo. Se convirtió en un hermano para Arturo. Y juntos, han enfrentado demasiadas batallas…

Arturo vio en él algo especial desde un comienzo, se vio reflejado cuando joven. Khaltor tenía mucho que aprender aún para llegar a ser un Paladín temido y respetado, pero tras haberle contado su pasado y aspiraciones, Arturo entendió inmediatamente que el destino lo puso en su camino por una razón superior. Todo lo que le faltaba aprender el se lo iba a enseñar, y viceversa. Así como Zun Tsu fue con él.

Incluso más adelante, juntos fundaron un clan, un refugio. Para aquellos que se encontraran en búsqueda de la redención y un propósito. De un hogar, una causa.

Su misión desde un comienzo, fue convertirse en un símbolo de terror y destrucción. Que sus nombres hagan eco en la eternidad, y todo aquel que los reconozca huya por su vida, o se prepare para el infierno. Su clan, era mucho más que una simple alianza. Era una familia. Arturo encontró en cada uno de ellos, una lealtad y dedicación, que jamás conoció. Sus ideales estaban bien representados.

A veces por las noches, Arturo meditaba sobre su camino. Recordaba esos días cuando niño, entrenando y talando en el Archipiélago Helado cerca de su querida ciudad, Tiama. O esas tardes de verano jugando en la Posada Abandonada, con quienes fueron sus amigos alguna vez, y le tocó verlos partir más adelante en batalla. Sus primeros combates contra los lobos y osos invernales, ¡qué tiempos aquellos! …

Arturo ha visto la luz y la oscuridad más de una vez a lo largo de su vida.

Aunque a veces se perdió, lo reconoce, siempre tuvo claro su destino. Conoce todo lo que ha logrado, y lo que le costó. Lo cierto es que le ha costado todo.

Su historia es una de batallas y victorias, pero también de pérdidas y sacrificios. Sin embargo, después de todo, Arturo ha encontrado su verdadero propósito y ha cumplido con su destino.

Ahora, estaba listo para continuar representando sus ideales como Maestro de las Sombras. No solo por su excelencia en combate y su profunda conexión con el Mundo de las Sombras. Sino porque para muchos de sus adeptos, en especial para su discípulo prodigio Khaltor, Arturo fue un verdadero guía en el sendero de las Artes Arcanas.