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Aires de un destino Incierto


Introducción


El atardecer se asentó en Suramei. El líder de la República, Ecnath, fue recientemente notificado de algunos acontecimientos extraños provenientes del este del continente. Patrullas milicianas y algunos leñadores de la zona cercana a la capital notificaron a éste sobre fuertes vientos y extrañas nubosidades cercanas al Río Otarot. Algo que irrumpía la usual serenidad de la zona.

Tras varios días de incertidumbre, el ojo de la tormenta había sido encontrado: en las inmediaciones del Río Otarot, se logró avistar una especie de ritual que estaba siendo llevado a cabo por unas criaturas desconocidas y que, junto a ellas, posaba un extraño y poderoso cristal como protagonista, escoltado por una densa y abrasiva bruma a su alrededor. Algo no parecía estar bien allí. El sol parecía apagarse. Los expedicionarios republicanos notificaron a su líder militar, Dharian, para que imparta una decisión.

Dharian convocó de forma extraordinaria a todos los miembros de la República para que acudieran al centro de la ciudad, dónde, junto a la estatua de Fausto, anunciaría un mensaje a viva voz y con una misión a realizar.

Cristal de Fuego

Desenlace


Dharian> Ciudadanos y milicianos de la República. Acudo a ustedes porque algo extraño y de trascendencia territorial está ocurriendo en las cercanías de la ciudad.

Dharian> Nuestras patrullas nos han notificado sobre la presencia de un extraño cristal, junto a unas misteriosas criaturas en su celosa custodia. Se cree que podríamos estar frente a algo desconocido y sobrenatural.

Los ciudadanos republicanos tomaron sus caballos y partieron hacia las inmediaciones del Río Otarot, dónde, junto a una ráfaga de fuertes vientos provenientes del este, divisaron algo completamente desconocido. Portales, estruendos y rayos provenientes del propio suelo se esclarecieron frente a los ojos de los allí presentes.

Dharian> Debemos velar por la seguridad de este territorio, nuestro territorio. Eliminemos inmediatamente a estas criaturas… ¡Ese Hechicero debe caer lo antes posible!

Una barrera mágica se interponía entre los soldados y los esbirros que solo profanaban palabras en una extraña lengua -no nativa de las tierras que conocían- haciendo una especie de alusión a un gran Hechicero situado a pocos árboles de distancia, junto a un llamativo y poderoso cristal a su lado.

Dharian> Ya casi, soldados. ¡Puedo ver como el cristal va perdiendo su poder, las criaturas comienzan a apagarse! ¡Demos el golpe final y destruyamos a ese hechicero!

El cristal ha sido fragmentado. Sus restos estaban esparcidos por el aire del Río Otarot. El suelo se convertía en vidrio y el lago se contaminó con un intesivo humo. Los ciudadanos y los milicianos se alegraron por la victoria, aunque Dharian, algo perceptivo, trató de mantener la serenidad sabiendo que esto sería solo el comienzo de algo más…

Dharian> ¡Nuestro objetivo ha sido cumplido, soldados! Hemos intervenido el ritual y los restos de los cristales serán llevados de inmediato a nuestros investigadores para que podamos saber a qué nos estamos enfrentando.

Dharian> Me encantaría que esto haya terminado aquí, aunque dudo mucho de ello. Es imprescindible que vaya dónde Ecnath de inmediato para notificarlo sobre lo sucedido.

Los presentes y Dharian se notificaron de inmediato con el líder de la República tan pronto como arribaron a la ciudad capital. Ecnath, envió a dos de sus escoltas para que busquen a los investigadores y acudan donde él tan pronto sea posible. La expresión de impresión y preocupación de todos los allí presentes no se hizo esperar; intuían que estaban frente a algo alarmante.